Apocalipsis hyperpop, o el fin del fin del fin

Ante la salida de SOPHIE, el disco póstumo de la productora hyperpop, corresponde preguntarse qué pasó con el género más radical de la electrónica contemporánea, que venía a dar a luz un mundo nuevo. ¿Hasta qué punto funcionó su reterritorialización pop?

Apocalipsis hyperpop, o el fin del fin del fin

Esta semana salió SOPHIE, el disco póstumo y homónimo de quien es, probablemente, la artista más importante para la música electrónica de este milenio. Sophie Xeon falleció en enero de 2021, y este año recibió también dos canciones-homenajes: la controvertida "Sweetest Fruit", de St. Vincent, y la mejor recibida (y a mi juicio brillante) "So I", de Charli xcx; se suman a una dedicatoria previa, "I Believe", de Caroline Polachek. Sophie era DJ, productora y música. En vida, sacó un sólo disco, el maravilloso Oil Of Every Pearl's Un-Insides (2018), además de una extensa colección de sencillos y colaboraciones. Se la suele considerar la fundadora de un género musical, el hyperpop, con el que nunca se identificó explícitamente. Esa etiqueta comenzó a usarse en internet para clasificar un tipo de experimentación electrónica, particularmente asociado a la discográfica británica PC Music. Más allá de los elementos específicos, diría que el hyperpop se vincula a un ethos que podemos derivar de dos frases de Sophie:

"Every single thing should sound like you’ve never heard something like that before. The past isn’t sexy; the future is sexy. I just don’t have so much fun looking back... The future seems more real."
"Pop music should be about who can make the loudest, brightest thing. The challenge I’m interested in being part of is who can use current technology, current images and people, to make the brightest, most intense, engaging thing."

Futurismo y maximalismo, derivados de un uso tecnológico específico. Más que continuar describiéndolo, vale la pena escucharlo:

Hace un par de años escribí, en una revista ahora difunta, un texto bajo el título "Hyperpop: una estética sin apocalipsis". Ahí, me preguntaba si

¿puede el pop subsumir incluso el hyperpop? ¿Es esta estética de la radicalidad solo un proceso que va a consumirse en su propio mandato, o es capaz de transformar las relaciones de producción sonora? ¿Quedarán sus efectos sólo como detalles en el marco de un pop reterritorializado?

Dos años más tarde, no hay dudas de que esa reterritorialización ha sido plenamente exitosa. Desde que el hyperpop tuvo su playlist oficial en Spotify, su muerte como género underground estaba decretada. No es una sorpresa para nadie que no hay nada que no pueda ser deglutido por la gran bestia pop. Este año tuvimos tres ejemplos muy claros:

  • brat, de Charli xcx. Uno de los fenómenos musicales del año, claramente no es un proyecto hyper en sí (como lo fue su mejor disco, how i'm feeling now, y en menor medida Pop 2), pero sí uno que se apropia de algunos elementos (especialmente en canciones como "Von Dutch" o "360").
  • C,XOXO, de Camila Cabello. Si brat es el sueño de cómo el pop mainstream podría transformarse positivamente a partir del desafío que le plantea la experimentación electrónica, C,XOXO es la pesadilla. Un fracaso estrepitoso en todo sentido, pero sobre todo en "I LUV IT", un tema donde todos los elementos que construirían una canción de hyperpop se unen en una amalgama dudosa que se agota sin llegar a producir nada.
  • SMILE! :D, de Porter Robinson. El productor de Nurture (quizás mi disco favorito de la década) volvió este año con un giro pop que es, a la vez, menos experimental y más hyper que su disco anterior. No voy a discutir acá si los bajos de "Cheerleader" alcanzan para categorizarla estrictamente con esa etiqueta, pero sin duda la influencia es fundamental.

Quizás la señal final de que "esto", esta escena, este movimiento, había terminado, la haya dado la disolución de PC Music, que fue cerrada este año por su fundador, el productor A. G. Cook. Si hay futurismo, probablemente sea por otro sendero, al menos uno que no sea estricta, ortodoxamente (¿cómo podría serlo?) hyper.

De hecho, un "disco póstumo" de Sophie, como el que se publicó recientemente, es un oxímoron, una contradicción en los términos. Porque lo único que no puede hacer su música es mirar al pasado, y eso es lo que necesariamente hace un homenaje. Creo que puede construirse una trilogía involuntaria de discos que, este año, hacen este juego. Son discos muy extensos porque se trata más bien de compilaciones forzadas por finales, liquidaciones totales por cierre, everything must go:

  • SOPHIE, de Sophie. Tiene tres tipos de canciones: búsquedas ambient con poesía spoken word, temas de pop con cierto bubblegum bass y algunas canciones de electrónica más cercanas a la carrera solista de su autora. Está compuesto junto a colaboradores muy variados: de la popstar Kim Petras a personas como Hannah Diamond, que siempre trabajaron con Sophie. Como decía, no se trata de "si a Sophie Xeon le gustaría o no este disco", sino del hecho de que la nostalgia es un óxido que destruye la radicalidad de su música.
  • Britpop, de A.G. Cook. El nombre es irónico: es en realidad un extenso recorrido por diversos géneros de la electrónica alternativa, como un proyecto que despide a PC Music y toda la escena creada a su alrededor. Suena excelente, por supuesto, pero la ironía del título es mentirosa: sí hay algo de britpop en este disco, y es la mirada nostálgica que lo caracteriza.
  • LAUGHINGFISH, de Black Dresses. Es una despedida a este dúo canadiense que combinaba glitch y noise, y también un disco de ruptura de la pareja entre acusaciones de estafa. Como proyecto musical, es sorprendentemente sosegado, variado en su exploración de elementos musicales diversos, un adiós que funciona sólo alejándose de las vetas más violentas de la música que caracterizó Black Dresses.

Estas tres despedidas señalan algo que, siguiendo a Simon Reynolds, se podría describir como el pasaje de la "futuromanía" (la exploración sónica del futuro) a una nueva "retromanía" (la repetición sónica del pasado). Que, igualmente, comenzó a pasar cuando el pop electrónico intensificó sus intentos de recuperar algo de la estética Y2K.

Habría que recordar, por otra parte, que el hyperpop nunca tuvo el monopolio sobre la experimentación electrónica, una tradición que comienza más o menos con Kraftwerk y continúa en los últimos años con géneros como el deconstructed club, el bubblegum bass y lo que Reynolds llamó conceptronica. Si es cierto que no hay nada que no pueda ser consumido y reapropiado por el pop, también es cierto que esta apropiación nunca puede ser total. Que algo siempre fuga. Aun si los márgenes de escape parecen más estrechos que nunca.

Diría, de hecho, que Sophie siempre fue más radical que sus colegas hyper, precisamente porque no estaba constreñida por los estándares de un género establecido. Al día de hoy, "Faceshopping" y "L.O.V.E." siguen sonando como ella deseaba: como música del futuro. Mucho más que cualquier canción de Dorian Electra, food house o underscores. Eso, en todo caso, es lo que hay que reactivar.

Whither Hyperpop? Siguiendo la estructura trinaria de este texto, si tuviera que pensar tres vías por las que la experimentación electrónica, la futuromanía, puede seguir, señalaría estas:

  • Algo está pasando este año en el terreno del rave y la EDM. Los ya mencionados brat y SMILE XD son su versión más pop, pero se puede destacar también el primer lanzamiento de The Dare, What's Wrong With New York; o Grave Robbing, de leroy. En paralelo, hay movimientos en el campo del house (Hex, de DJ Sabrina the Teenage DJ; Hyperdrama, de Justice), del garage (In waves, de Jamie xx) y del drum and bass (Silence is Loud, de Nia Archives). Es a priori una salida menos vanguardista, menos preocupada por lo extraño, y en todos los casos un retorno al territorio seguro de la pista de baile (no cuenten conmigo). Pero es, también, un espacio productivo que está produciendo mucha y muy buena música: el nuevo tema de FKA Twigs, "eusexua", tal vez apunte a reconciliar este camino con lo alienígena.
  • ¿Y si prefiero algo vanguardista? Quizás haya que buscarlo en el género que lo supo desplegar hace varias décadas, el rock. Desde el año pasado se nota la emergencia de algo que podría llegar a ser un hyperrock: 10,000 gecs, de 100gecs; Wallsocket, de Underscores; softscars, de Yeule. Pero no se trata sólo de hyperpoperos convertidos al rock: también está el metalero 93696, de Liturgy, y, por el lado del shoegaze, Census Designated de Jane Remover y Sky Hundred de Parannoul. Quizás lo que ocurrió es que el rock electrónico salió un poco de la sombra terrible que proyecta sobre él Radiohead e inició otras búsquedas. El padre de este movimiento es probablemente Yves Tumor. De todos modos, la moneda está en el aire respecto a cuán experimental esta veta efectivamente puede ser.
  • Por último, ¿qué hay del rap? Una de las mejores producciones de Sophie es la de algunas canciones de Vince Staples, específicamente "Yeah Right", con una estrofa espectacular de Kendrick Lamar. La búsqueda maximalista y futurista en este terreno la vienen desarrollando con mucho éxito JPEGMafia y Danny Brown, tanto por separado (I LAY DOWN MY LIFE FOR YOU) como juntos (SCARING THE HOES). Algo similar (a mi juicio muy inferior) hicieron este año Joey Valence & Brae con NO HANDS. Otra vertiente es la del plugg y el darkplugg, géneros postirónicos de la generación alpha, de culto en países como el nuestro: MURIÓ LA MÚSICA, de Swaggerboys (dúo de AgusFortnite2008 y Stiffy). Y no quiero dejar de mencionar el resurgimiento de la psicodelia samplera, tanto con el regreso de las plunderphonics como con nuevos géneros como el epic collage: por ejemplo, Chuquimamani-Condori, de DJ E.

Estas son tres vías posibles, que veo como proyecciones probables de trends actuales. Pero la llegada de lo Nuevo suele suceder precisamente por caminos inesperados. No sé qué habrá en el futuro, pero habrá sorpresas.