Otro aceleracionismo posible. Sobre [Disonancia Social], de Mattin

Otro aceleracionismo posible. Sobre [Disonancia Social], de Mattin

Inauguro sección en el blog: reseñas de libros. En mi Goodreads reseño siempre todos los libros que leo, brevemente. Pero acá quiero hablar en más detalle de lecturas particularmente interesantes.

Mattin es un artista, músico y filósofo de Bilbao que se dedica al noise y la improvisación libre. Hace poco salió su libro Social Dissonance, que este año fue traducido por la editorial argentina especializada en textos extraños sobre música Dobra Robota junto a la editorial chilena Tsonami. Disonancia Social es un ensayo teórico que se enmarca en una serie de debates políticos dentro del pensamiento contemporáneo. Con un marco general marxista, se ocupa de algunos temas y conceptos propios de los campos del aceleracionismo, el posthumanismo y los nuevos materialismos. Las ideas más específicamente vinculadas al mundo de la música son más bien secundarias, pero más sobre esto más adelante.

Disonancia Social es un excelente texto sobre dos de los conceptos más poderosos de la teoría contemporánea: alienación y ruido. Quizás esas dos palabras deberían haber conformado el título, ya que la idea de "disonancia social" que propone Mattin (firma monogramáticamente, sin apellido) es menos potente. La disonancia social es básicamente, la experiencia subjetiva de la contradicción entre la opresión efectiva que vivimos bajo el sistema capitalista y la creencia hegemónica de que somos individuos libres y racionales. Podríamos decir que es la experiencia fenoménica de la ideología, como concepto materialista.

La idea no es en sí misma tan original, y tampoco ayuda el hecho de que se presente primero en una introducción bastante banal, luego en un prefacio de Ray Brassier (que parece ser algo así como el mentor de Mattin) y sólo finalmente en el texto propiamente dicho. Es cierto, sin embargo, que Mattin le da una entidad particular al definirlo tan certamente, y al ubicarlo en paralelo a términos como el de "realismo capitalista".

El libro parte de esta noción para pensar luego su palabra clave: la alienación. Mattin propone pensarla a contrapelo del sentido tradicional: "la alienación como condición habilitante". Básicamente: que para romper la ilusoria inmediatez de la ideología, la naturalización fetichista del orden de cosas dado, es necesaria una cuota de alienación, de disonancia. El sentido sónico de este término es relevante, en la medida en que esto es pensado como una experiencia sensible de discordancia, de desestabilidad, de ruido, necesaria para quebrar el hechizo ideológico:

Si la individualidad es una forma de cosificación, entonces es necesaria una mayor mediación de este tipo -una mayor alienación- para alcanzar la conciencia suficiente para percibir el yo como mercantilizado y comprender de qué modo se produce esta mercantilización. (p. 111)

La reapropiación positiva de la alienación no es patrimonio de Mattin (aunque sí lo es su lectura específica); la tradición aceleracionista, más bien por derecha, y el xenofeminismo, por izquierda, han planteado este problema previamente:

XF aprovecha la alienación como estímulo para generar nuevos mundos. Todxs estamos alienadxs – pero ¿ha habido algún momento en el cual no lo hayamos estado? Es a través, y no a pesar de, nuestra condición alienada que podemos liberarnos de la basura de la inmediatez. La libertad no es algo dado y ciertamente no se nos da por “naturaleza”. La construcción de la libertad no involucra menos alienación, sino más; la alienación es el trabajo de la construcción de la libertad. (Manifiesto Xenofeminista, 0x01)
Mattin, Social Dissonance

Mattin divide entonces la alienación en dos: "desde arriba", la que se desprende de la división del trabajo (a partir de la teoría marxista) y "desde abajo", la que surge de los determinantes neurobiológicos de la mente (partiendo de Sellars y Metzinger). Esta clasificación topológica es problemática (¿no pertenece la primera a la infra-estructura económica?), pero ambos planteos contienen tanto rigurosos recorridos por una serie de debates filosóficos como un aporte original.

En la primera parte del libro, dedicada a la alienación "desde abajo", Mattin recorre la historia de este concepto desde el idealismo alemán hasta debates del comunismo del siglo XXI, pasando por Lukács, Camatte y Althusser. El autor postula una cuestión compleja: ¿no se desprende de la conceptualización marxista sobre la alienación que sería posible un retorno a una situación anterior donde no existen mediaciones entre los seres humanos y la naturaleza? La respuesta de Disonancia Social es que "no hay ni Dios ni armonia, y por lo tanto las diferentes formas de alienación y ruido han venido para quedarse". Postura que debería leerse a la luz del materialismo especulativo de Quentin Meillassoux (el ruido es un nombre de la contingencia necesaria).

Dejando de lado estos aspectos técnicos, me interesa detenerme en la lectura que hace Mattin del posthumanismo de Braidotti y el neorracionalismo de Negarestani, que define como dos extremos opuestos en un mismo eje teórico. Argumenta, contra el posthumanismo, que al olvidar la negatividad produce una pura afirmación que cede "la subjetividad política a la pura autonomía espiritual". Es sin duda el mayor defecto del descentramiento del antropomorfismo, que se ve muy claramente en versiones más abiertamente republicanas, como la de Isabelle Stengers, que parece revelarse como un hiper-liberalismo. Por otro lado, contra Negarestani, Mattin argumenta que se da demasiado lugar a la mente y poco a las actividades prácticas, económicamente situadas. Digamos que toma el clásico camino del marxismo y acusa a su oponente de idealista. La crítica no es equilibrada: hay más acuerdo con el inhumanismo del filósofo iraní.

Mattin también discute con el "aceleracionismo de izquierda", al que acusa de revivir el reformismo de Bernstein (hay que soportar algunas discusiones propias de la IV Internacional, pero prometo que el libro lo vale). Sin embargo, toma de este la relevancia dada a la mediación. Por otra parte, terminará el capítulo afirmando que el sujeto realmente existente hoy en día es el Capital, una afirmación de izquierda de la teoría landiana (de derecha). En un sentido, es más aceleracionista y más de izquierda que los aceleracionistas de izquierda.

The Star Trek Next Generation Story That Connects the Borg to The Original  Series Crew | Den of Geek

Me detendré menos en el segundo capítulo, dedicado a la "alienación desde abajo", porque entiendo bastante menos de filosofía de la mente que de marxismo. Resumidamente, Mattin toma algunos conceptos de Thomas Metzinger y Wilfred Sellars para plantear la existencia de una serie de determinaciones neurobiológicas del self. Así, pasa a definir a la subjetividad vigente, el ego cogito cartesiano-liberal, como una ilusión fenomenológica. Así como la ideología produce la concepción de una sociedad conformada por individuos libres de vender su fuerza de trabajo y comerciar, también se produce la ilusión de que cada una de estas individualidades es un sujeto único, autónomo, autotransparente y centrado en sí mismo. Esto puede situarse como parte de un esfuerzo en el pensamiento contemporáneo por suplantar la alianza Marx-Lacan por una alianza Marx-neurociencias; o, en casos más inteligentes como este (me temo que Zizek se anticipó al respecto), por no abandonar los aportes de la teoría psicoanalítica sino intentar compatibilizarlos con nuevos conceptos provenientes del campo neuro.

Más interesante es el comentario sobre el "nemocentrismo" postulado por Brassier. "Nemo" significa, en este caso, "nadie". Renunciar a la falsa idea de un yo dueño de sí mismo, con una interioridad que le es inmediata, podría liberar una verdadera subjetividad que correspondería a "sujetos sin yo que se entenderían a sí mismxs como no siendo 'nadie y no estando en ninguna parte'". Y acá reside, para Brassier y Mattin, la potencialidad de una subjetividad comunista: en lugar de la imagen de un yo que se funde orgánicamente en una consciencia colectiva (al estilo de los Borg de Star Trek), el yo se esfuma y es reemplazado por una perspectiva casi objetual. No puedo evitar notar algunas similitudes con ciertos planteos posthumanos, por un lado, o bien inhumanos línea Land, por el otro. Más allá de eso, diré que es el planteo más radical que ha producido la izquierda en años.

La tercera parte del libro está dedicada a la idea de "externalizar la alienación". Básicamente, es un pasaje de lo descriptivo a la prescriptivo y de la teoría a la praxis, pero también de la política a la estética. Quizás esto sea sintomático de la izquierda: resulta más fácil ser propositivxs en estética que en política; a fin de cuentes, pese a toda la crítica al situacionismo, seguimos un tanto atados a su pensamiento. En fin: partiendo de análisis críticos de Shklovsky y Brecht (venía esperando una lectura pro-alienación de Brecht desde Velocidades Malignas, el libro que dio su nombre al aceleracionismo), Mattin recupera la idea de ruido, un "ruido vivo", no capturado por el capital. Disonancia Social llama a

producir extrañamiento al mismo tiempo que se incorpora el proceso de desciframiento de lo extraño a la experiencia del ruido (p. 200).

Voy a resumir lo más rápido posible el elemento musical (post-musical) y de improvisación libre, que es por lejos el elemento más débil del planteo de Mattin. Disonancia Social, además de un libro, es el nombre de una "partitura" de un "concierto" de improvisación ruidosa realizado por Mattin, una experiencia en la que se produce en forma colectiva con-el-público situaciones de incomodez y desagrado. Una lectura generosa podría decir que es una mera experiencia más bien teórica para explorar la disonancia; si en lugar de eso la tomamos como una práctica política en sí, hace tambalearse la confianza en todo lo que dicho Mattin. Incluso las nociones de noise, que el autor trabaja en un grupo de investigación dirigido por Cécile Malaspina, que conecta música con cibernética, prometía más.

Dejando este último tema de lado, el proyecto teórico de Disonancia Social es una de las recuperaciones más estimulantes de la concepción estético-política de la negatividad que se ha producido en mucho tiempo. Mattin, de forma decepcionante, tira el clásico golpe bajo anti Fisher hacia el final del libro (era tan pesimista que se mató), pero creo que su libro tiene bastante en común con la función Fisher, con lo que un pensamiento post Fisher puede y debe ser (de hecho, en Deseo Poscapitalista, su último curso, Mark pensaba bastante la idea de negatividad). El abordaje sobre la alienación rescata al aceleracionismo de izquierda de su caída en un reformismo post-trotskista, sin entregarlo al antihumanismo fascista landiano. Es un camino hacia lo que todavía necesitamos: un inhumanismo en serio.

Sobre eso último, un apunte: en muchas articulaciones del pensamiento contemporáneo hay demasiada fe en la agencia, en la voluntad. Lo hay en el "aceleracionismo de izquierda" de Srnicek, Williams y Hester (lo veremos en la próxima reseña). Lo hay en el posthumanismo, sin duda, y en el panpsiquismo en general. Creo que este libro tiene un cierto antídoto ante ese voluntarismo. Recientemente participé de unas jornadas de la UNSAM sobre Antropoceno, posthumanismo y otras yerbas, y escuché una intervención de un participate, Facundo Rocca, que me pareció muy interesante: planteaba que, más que extender la subjetividad humana a plantas, animales, piedras y computadoras, quizás podríamos pensarnos a nosotros mismos más como objetos. Invertir esa imagen de omnipotencia. Pensaba en aquel momento en Hito Steyerl, que habla de algo similar en Los condenados de la pantalla:

"Tradicionalmente, la práctica emancipatoria ha estado ligada a un deseo de convertirse en sujeto. a emancipación se concebía como devenir sujeto de la historia, de la representación o de la política. (...) Pero mientras la lucha por devenir sujeto se enreda en sus propias contradicciones, surgió una posibilidad diferente. ¿Y si para variar nos revistiéramos de objeto? ¿Por qué no afirmar el objeto? ¿Por qué no ser una cosa? ¿Un objeto sin sujeto? ¿Una cosa entre otras?." (P. 53)

(Me pregunto si Hiposubjetos, el libro de Timothy Morton, tiene algo en ese sentido... aunque descreo bastante del autor; sin embargo, indica que hay un interés por este ipo de preguntas). Pienso ahora en el nemocentrismo y el ruido: posiciones de objeto, más que de sujeto.

Social Dissonance - documenta 14
Imagen de la interpretación de Social Dissonance, la partitura.