Política de la rareza, o la guerra de los normies

Kamala Harris, el brat summer y por qué (no) hay que decirle "raritos" a tus enemigos políticos.

Política de la rareza, o la guerra de los normies

La candidata presidencial del Partido Demócrata, Kamala Harris, le empezó a decir raros a los republicanos. Desde que reemplazó al presidente en ejercicio, Joe Biden, en una jugada a la vez obvia e inesperada, los medios reportan un vibe shift, un cambio de vibras en la política estadounidense. La nueva candidata acaparó las cámaras y eclipsó absolutamente a Trump, aun atentado mediante. Y los demócratas respiraron un aire nuevo. Se los ve envalentonados, como no se los recuerda en más de una década: incluso cuando ganaron en 2020, parecía que no se lo creían ni ellos. Hoy parece que se comen el mundo. Y Kamala Harris le empezó a decir raros a los republicanos.

Nuestro país tiene muy buenos periodistas especializados en política internacional (quiero recomendar el newsletter de Juan Elman, que está siguiendo día a día las elecciones yankis desde allá), pero nada de eso llega a los medios masivos. ¿Cómo viene la campaña? La imagen de Kamala Harris, que fue negativa por años, despegó radicalmente y ahora mide incluso mejor que Trump. Falta ver si este momentum se mantiene. Pero un hecho fundamental es su edad: la candidata tiene 59 años, que para el promedio reciente de la dirigencia de EEUU es la flor de la juventud. Es la primera candidata millenial, y está haciendo una campaña de memes bastante efectiva.

Uno de los elementos cruciales es el BRAT summer, el "verano de Brat", llamado así por el disco de Charli XCX, que está teniendo un impacto inmenso. Muy brevemente (para que mis lectores no-musicales no terminen de huir del blog): Charli es una música y productora británica que trabaja en el campo del pop electrónico y, más recientemente, del hyperpop y la nueva ola de EDM. Su último proyecto, Brat, del mes pasado, no fue un éxito de ventas pero capturó el zeitgeist online, desde los memes hechos a partir de su portada (un plano verde con el título pixelado) hasta la pelea con Lorde que resolvieron en un remix.

Ya se venían haciendo edits de los discursos absurdos de Kamala, una oradora extravagante, con temas del disco. Y, pocas horas después de su designación, Charli twiteó "Kamala is brat". El resto es historia: la campaña se subió a la ola verde flúor y un disco de éxito comercial reducido se convirtió en un evento cultural de magnitudes impensadas.

Pero si la estética del kamalismo toma elementos de Brat, su discurso es distinto. Por muchos años, los Demócratas construyeron una (auto)imagen basada en una frase de Michelle Obama: "when they go low, we go high". Cuando los republicanos golpean debajo del cinturón, los demócratas se mantienen en las reglas. Trump insulta, ellos argumentan. Esto no es estrictamente verídico, pero sí es la imagen que el partido quiere dar, y la que han comprado sobre ellos mismos. La campaña de Kamala propone, explícitamente, abandonar esta política y directamente atacar. "Why are republicans so weird?", preguntan: ¿por qué son tan raritos? ¿Por qué están obsesionados con la vida sexual de sus contrincantes? ¿Por qué compran teorías conspirativas absurdas?

Cabe decir que los demócratas se han burlado, y mucho, de Trump: de su pelo, de su piel naranja, de su forma de hablar. Pero algo sí ha cambiado con la campaña de Harris: el planteo ya no es, o intenta no ser, elitista. Quizás finalmente hayan entendido los demócratas que no hay que cuestionar del adversario lo que este quiere ser (este señalamiento ha sido tal vez el último análisis lúcido de Slavoj Zizek, hace ya ocho años). Hay que decir, también, que los republicanos pisaron el palito: hace varios días están obsesionados con mostrar lo normales que son.

Este nuevo (parcialmente nuevo) discurso demócrata tiene menos de Brat y mucho más de Kendrick Lamar. No soy el primero en hacer esta conexión: el rapero pasó los últimos meses destruyendo violentamente a la superestrella Drake en un enfrentamiento musical en el que lo acusó de pedófilo sin resignar, en el bardo, un componente político: la segunda acusación era de colonialista, de robar a la cultura plebeya del hip hop del sur norteamericano. "Freaky-ass niggas need to stay they ass inside", canta intraduciblemente en Not Like Us, el tema más exitoso del año en EEUU, que desde el mismo título plantea una división social estricta: ellos no son como nosotros.

Ahora bien: si hay algo menos elitista en el insulto weird, lo que no se ha perdido es el hecho de que la división que plantea es (a diferencia del caso de Kendrick) entre lo normal y lo raro. ¿No es, entonces, una reiteración del slogan de los años de Trump, que rezaba "this is not normal"? Esa frase caía en el problema ya señalado: claro que no es normal, respondían los republicanos. La normalidad ha sido una mierda. Necesitamos algo extraordinario. En Argentina, la campaña de "votá al normal" fracasó contra un enemigo incestuoso y psicótico, como bien marcó Sole Zeta en Twitter.

Y, como desprendimiento de este problema, veo a la izquierda demócrata (que, fascinada con la autoridad de Harris ha olvidado su autoritario pasado como fiscal de distrito) haciendo un gran esfuerzo por fingir que la acusación de "raro" no tiene, al menos, una cadencia reaccionaria. Algunxs queríamos "que otros sean lo normal". Dejar de lado ese deseo sería catastrófico.

Sería difícil, claro, para una campaña del Partido Demócrata representar a the weird of the Earth, para parafrasear a Fanon. Pero tiene que haber una diferencia entre enfrentar los elementos más violentos y asociales de la derecha y volver a potenciar un discurso de lo normal contra lo raro. Creo que es cierto lo que señalan las pocas personas que le dedicaron al meme kamalista unos segundos de pensamiento: que weird denota en este caso algo así como "rarito", que es un descriptivo no necesariamente equivalente a otros significantes empleados contra (y recuperados por) grupos oprimidos, como queer. Sin embargo, los significantes flotan muy lejos de nuestro alcance. Kamala parece escupir contra el bando contrario, pero quizás está escupiendo hacia arriba.

Como de costumbre con los memes, la clave puede estar en no quedar preso de su recorrido idiota. Para retomar el ejemplo de la brillante estrategia bélica de Kendrick Lamar: los cañones no estuvieron puestos sólo en las acusaciones personales contra Drake, sino que se configuró en paralelo un antagonismo estrictamente político, politizado de forma abierta. Y es eso, y no otra cosa, lo que construye el momento populista de Not Like Us, la división amigo-enemigo construida de forma plebeya. No es un consejo para el Partido Demócrata, que no creo que pueda jamás adoptar una forma tal, pero sí para quienes (tristemente) ven en él un ejemplo.

Es necesario pensar de forma más compleja la dialéctica entre rareza y normalidad; la contracultura, por ejemplo, con su temporalidad cibernética en la que la relación causa-efecto tiene demoras secretas, revela que es difícil distinguir quién gana la guerra de los normies. Una política que tenga en cuenta esta complejidad es cada vez más necesaria.